miércoles, 16 de abril de 2014

Simple, pero compleja...


 La palabra es la herramienta que resuelve conflictos y es, también, la que los inicia, por eso la defino como un arma de doble filo.

En nuestro país, la literatura del S. XIX fue la que dio el poder de sus palabras para la construcción de ideales. Había que usar la palabra como un arma (hipótesis del blog “lea por favor”). Por esos años se consolida el romanticismo en Argentina con autores como Domingo Faustino Sarmiento y Esteban Echeverría.

“El matadero” es una obra escrita por Echeverría, donde se comienza a descubrir el poder de las palabras, aquí, éstas connotan denuncia. El texto crea una analogía entre el gobierno de Juan Manuel de Rosas y un matadero.

Éste escrito fue, y sigue siendo, influyente porque las palabras tienen el poder de la construcción de ideales, porque son capaces de generar pensamientos en las personas que saben interpretarlas, para que éstas formen sus propias palabras.

En “El matadero” se denuncia, además de a Rosas, a la iglesia, criticando su labor y la veracidad de sus actos. La iglesia apoyaba al gobierno de turno, en el cual la figura de su presidente (Rosas) se elevaba hasta, en algunos casos, el mismo nivel que Dios. “¡Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables, y que la iglesia tenga la llave de esos estómagos!”, escribe Echeverría para dictar sentencia de la función de la iglesia en cuestiones sociales.

El autor sitúa la historia en época de cuaresma, donde el pueblo religioso se encuentra en abstinencia de carne. Ese simple contexto se transforma en denuncia cuando “el Restaurador”, como lo llamaban a Rosas, “tuviese permiso especial de su ilustrísima para no abstenerse de carne” al recibir al primer novillo de la camada.

Estas palabras tienen el poder de dar cuenta de la hipocresía tanto de la Iglesia como del “Restaurador”. Afirmaciones sobre hipócritas que buscan que el lector se replantee lo que esta implícito socialmente, la iglesia es buena, y viva el Restaurador. Esto es lo que intenta Echeverría, que mediante el uso de las palabras que él les brinda, la gente reafirme sus ideales o produzca unos nuevos.

Acá es donde volvemos al principio. La palabra resuelve e inicia conflictos. La palabra es el arma de los sabios. Para Echeverría, el unitario era sabio porque al ser capturado se defiende con palabras y le critica a los federas el uso de “la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas”, dice.

La palabra tiene este poder, daña o repara, construye o destruye, es capaz de todo, pero no de nada. Es que el poder de la palabra va más allá de lo simple, algo tan común como una palabra puede causar el acontecimiento más grave y feroz, o el más bello. Porque las palabras son un arma, hay que saber utilizarlas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario