En nuestro país, la literatura del S. XIX fue la que dio el
poder de sus palabras para la construcción de ideales. Había que usar la
palabra como un arma (hipótesis del blog “lea por favor”). Por esos años se
consolida el romanticismo en Argentina con autores como Domingo Faustino
Sarmiento y Esteban Echeverría.
“El matadero” es una obra escrita por Echeverría, donde se comienza
a descubrir el poder de las palabras, aquí, éstas connotan denuncia. El texto
crea una analogía entre el gobierno de Juan Manuel de Rosas y un matadero.
Éste escrito fue, y sigue siendo, influyente porque las
palabras tienen el poder de la construcción de ideales, porque son
capaces de generar pensamientos en las personas que saben interpretarlas, para
que éstas formen sus propias palabras.
En “El matadero” se denuncia, además de a Rosas, a la
iglesia, criticando su labor y la veracidad de sus actos. La iglesia apoyaba al
gobierno de turno, en el cual la figura de su presidente (Rosas) se elevaba
hasta, en algunos casos, el mismo nivel que Dios. “¡Cosa extraña que haya
estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables, y que la iglesia
tenga la llave de esos estómagos!”, escribe Echeverría para dictar sentencia de
la función de la iglesia en cuestiones sociales.
El autor sitúa la historia en época de cuaresma, donde el
pueblo religioso se encuentra en abstinencia de carne. Ese simple contexto se
transforma en denuncia cuando “el Restaurador”, como lo llamaban a Rosas,
“tuviese permiso especial de su ilustrísima para no abstenerse de carne” al
recibir al primer novillo de la camada.
Estas palabras tienen el poder de dar cuenta de la
hipocresía tanto de la Iglesia
como del “Restaurador”. Afirmaciones sobre hipócritas que buscan que el lector
se replantee lo que esta implícito socialmente, la iglesia es buena, y viva el
Restaurador. Esto es lo que intenta Echeverría, que mediante el uso de las
palabras que él les brinda, la gente reafirme sus ideales o produzca unos
nuevos.
Acá es donde volvemos al principio. La palabra resuelve e
inicia conflictos. La palabra es el arma de los sabios. Para Echeverría, el
unitario era sabio porque al ser capturado se defiende con palabras y le
critica a los federas el uso de “la fuerza y la violencia bestial. Esas son
vuestras armas”, dice.
La palabra tiene
este poder, daña o repara, construye o destruye, es capaz de todo, pero no de
nada. Es que el poder de la palabra va más allá de lo simple, algo tan común
como una palabra puede causar el acontecimiento más grave y feroz, o el más
bello. Porque las palabras son un arma, hay que saber utilizarlas.
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