Gustavo Schroeder fue elegido secretario de Hacienda después
de una semana con las características de la gestión de Arroyo: desprolijidad y
arrogancia.
La novela de Schroeder y Arroyo comenzó este lunes cuando
allegados al oficialismo confirmaron al radical como reemplazante de José Cano en la secretaría. Además, se anunció para el miércoles una reunión entre Schroeder
y miembros del gabinete local con el Ministro de Economía de la provincia, Hernán
Lacunza.
El intendente de General Pueyrredón tomó el protagónico
de este capítulo el martes. Sacó chapa, se plantó firme y anunció que no había
nada confirmado. “La ciudadanía me votó a mí, la decisión la voy a tomar yo”,
sentenció.
Al parecer, poco le importaron estos dichos a Cano y
Schroeder, que visitaron a Lacunza para comenzar la transición.
A pesar de las bifurcaciones de la trama, el desenlace
fue el que todos, menos Arroyo, anticiparon. La foto de ambos marca el final de
este capítulo, que no fue escrito en una conferencia de prensa abierta, si no
que fue publicado en la cuenta de twitter de la Municipalidad.
Para cumplir con su rol, Schroeder afirmó que “será
necesario ver bien cuál es el estado de las cuentas del municipio en este
momento”. Es decir, que Arroyo deberá sincerarse con el flamante secretario si
quiere que la ciudad salga adelante. ¿Tendrá la confianza suficiente para
hacerlo?
Las idas y vueltas de esta historia no deberían extrañar
a nadie que siga las noticias de la gestión arroyista y conozca, por ejemplo,
la situación de Ana María Crovetto, la secretaria de Educación, o los
coordinadores/interventores.
A esta novela todavía le queda mucho por escribir. Mientras
tanto, los bloques políticos se enfrentan en el Concejo en una guerra que está
lejos de encontrar paz.
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